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La benefactora de la ciudad

La benefactora de la ciudad

A la ciudad de Santa Clara, a 267 kilómetros de la capital cubana, se le conoce también como la ciudad de Marta, por la labor benefactora desarrollada por la destacada patriota. Doña Marta Abreu de Estéves tuvo una participación elevada en la historia cubana y en el desarrollo de la villa. Este sitio rinde tributo a la obra humanística y filantrópica de su ilustre hija.

Nace en Santa Clara el 13 de noviembre de 1845 en el seno de una de las familias más acaudaladas de la ciudad y del territorio, formada por el padre, Don Pedro Nolasco González de Abreu (quien firmaba Abreu y no González por considerar este su primer apellido, cuestión que luego oficializó y transmitió a sus hijas al apellido Abreu) y Doña Rosalía Arencibia. Esta familia era dueña de dos centrales azucareros, el “San Francisco” y al “Dos Hermanas”, varias fincas y numerosos inmuebles en Santa Clara y La Habana. Como joven de la mejor sociedad logró poseer una cultura refinada y una profunda instrucción.

El inicio de las guerras independentistas en Cuba estimula su compromiso con la causa de la Patria, y aún antes del alzamiento de las fuerzas rebeldes en Las Villas, ya Marta Abreu comienza a cooperar. Sus padres, preocupados por el avance de la revolución y el entusiasmo de las hijas, decide trasladarse a vivir a La Habana en 1872, donde un año después conoce a quien sería su esposo, Don Luis Estéves, joven abogado habanero que compartía con ella sus ideales patrióticos y humanistas. La relación condujo al matrimonio en 1874 en contra de la voluntad de los padres de Marta por considerar que el pretendiente solo deseaba la fortuna familiar. En 1875 nace su primer hijo, quien fue bautizado con el nombre de su abuelo materno, Pedro Nolasco Estéves Abreu.

En 1876 muere su padre y algunos años después, en 1882 la madre, lo que pone en manos de Marta una importante fortuna que rápidamente decide emplear en beneficio de las causas más nobles: ayudar a los más necesitados en su amada Santa Clara y contribuir a la causa de la independencia de Cuba, misiones a las que consagró toda su fortuna y todas sus energías.

En el propio año 1882 ella y sus hermanas construyen y habilitan 2 colegios para niños pobres; uno de varones nombrado “Don Pedro Nolasco” en honor a su padre, y otro para hembras nombrado “Santa Rosalía”, en honor a la madre. Algún tiempo después completan su obra con un tercer colegio, “La Trinidad”, dedicado a niños pobres de color, todos dirigidos a combinar la instrucción básica con el aprendizaje de oficios útiles para permitir a los alumnos enfrentar su vida futura.

La obra humanística y filantrópica de Marta Abreu solo ha comenzado. En los siguientes años construye primero uno y luego un segundo asilo para ancianos desamparados, el último de los cuales todavía funciona en la ciudad de Santa Clara.

En 1885 construye el teatro La Caridad, uno de los más importantes desde entonces en el interior del país, que a diferencia de sus similares (el “Sauto” de Matanzas y el “Terry” de Cienfuegos) construidos con un criterio utilitario, el santaclareño tenía como fin garantizar con la recaudación el mantenimiento y sustento de los colegios y asilos, además de propiciar con su programación el desarrollo del mejor arte que existía o estaba de tránsito por el país.

El agradecimiento del pueblo crecía, y a pesar de su humildad y resistencia a los homenajes, el día de la inauguración del teatro, cuya función debía presidir Marta, formó una alfombra desde su casa a las puertas del edifico a inaugurar, y la acompañó una multitud sin precedentes de sus conciudadanos durante todo el trayecto, expresándole su admiración y amor.

En 1887, al regresar de un viaje a Suiza y ver como las humildes lavanderas de la ciudad de Santa Clara debían lavar en las márgenes del río “Bélico”, decidió construir a sus expensas 4 lavaderos que poseían un sistema de aprovechamiento de las aguas que se distribuían, y podían ser utilizados de forma gratuita por varias mujeres de forma simultanea.

La ilustre mujer participó decisivamente en los aportes económicos que dieron lugar al establecimiento de la Planta Eléctrica de Santa Clara y a la Estación del Ferrocarril, esta última una de las más hermosas del país y que lleva su nombre. A ella se debe también el monumento que perpetúa la memoria de los sacerdotes Hurtado de Mendoza y Juan de Conyedo, que dedicaron su vida a los pobres de Santa Clara y a la construcción de un nuevo camino a la villa de Remedios.

Su labor benefactora no se detiene. Construye y habilita una estación meteorológica, de las más avanzadas de la época, para ser operada por el prestigioso sabio villaclareño Don Julio Jover y Anido, y en 1895 se inaugura un dispensario para niños pobres nombrado “El Amparo”, que suministraba atención médica y medicamentos gratuitos a los niños.

Sus ideas independentistas, bien conocidas por las autoridades coloniales, la obligan a abandonar el país junto a su esposo, radicándose en Francia desde donde desarrolla una intensa labor conspirativa y de recaudación de fondos para la guerra contra el colonialismo español. Desde Francia mantiene un vínculo muy directo con el delegado del Partido Revolucionario Cubano, Don Tomás Estrada Palma, y con el paladín de la independencia de Cuba y Puerto Rico, el puertorriqueño Ramón Emeterio Betances.

En 1898 pasa a los Estados Unidos, y en 1899 se traslada a La Habana. El prestigio patriótico del matrimonio era tal que Estrada Palma escoge a Luis Esteves como la figura ideal para ocupar la vicepresidencia de la república, y en ese equipo se lanza a las primeras elecciones republicanas.

En 1903, ante las manipulaciones politiqueras del Presidente y los manejos que nada tenían que ver con su visión de la república, Luis Estéves, alegando razones de enfermedad, renuncia al cargo y en 1906, cuando el gobierno de estrada Palma termina para dar paso a la segunda intervención norteamericana en la isla, Marta y su esposo regresan de nuevo a Francia.

Su salud se haya muy quebrantada, y en 1908 se hace necesario aperarla, asumiendo esta tarea el gran medico cirujano(nacido en Sagua la Grande), y amigo intimo de Marta, Don Joaquín Albarán. Pero la operación realizada de forma urgente el 31 de diciembre de 1808 se complica y el 1 de enero de 1909 el estado de Marta es extremadamente grave. El día 2 de enero muere y a solo un mes de su deceso, el 2 de febrero de 1909, Don Luis Estéves, aquel del cual pensaron se casaba con Marta por interés, se quita la vida por ser incapaz de sobrevivir a la muerte de su amada.

Los restos de ambos fueron traídos a la Patria y depositados, por voluntad expresa de ellos, en el panteón donde reposaba los restos de los padres de Marta, en el cementerio de Colón en La Habana.

El recuerdo de la protectora de los pobres y de la ciudad de Santa Clara fue conservado por sus conciudadanos, quienes en 1945, al celebrarse el centenario de la ilustre benefactora, le erigieron un monumento en el parque central de la ciudad, que la perpetúa en nuestra memoria.

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