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El asalto al Moncada en primera persona

El asalto al Moncada en primera persona

El asalto al Cuartel Moncada le dio un giro de 360 grados al destino de la nación e incluso trascendió las fronteras cubanas. Los jóvenes del centenario martiano expusieron sin miedo sus vidas y protagonizaron un cambio histórico rotundo que, a pesar del fracaso militar, forjó los cimientos de la Revolución cubana que triunfaría en enero de 1959.

La entrevista concedida por Fidel Castro al francés Ignacio Ramonet publicada en el libro 100 horas con Fidel, relata detalladamente las ideas, sucesos y decisiones del líder de la Revolución cubana, el capitulo cinco recoge el asalto al Cuartel Moncada.

Si no cuentas con la clase obrera, los campesinos, el pueblo humilde, en un país terriblemente explotado y sufrido, todo carecería de sentido. No había una conciencia de clase; había, sin embargo, lo que a veces yo calificaba como un instinto de clase.

Nos organizamos como fuerza combativa, repito, no para hacer una revolución, sino para unirnos a todas las demás fuerzas antibatistianas, porque después del golpe del 10 de marzo de 1952 era elemental que se unieran todas esas fuerzas. Había que organizarse y estar preparados, la intención era evidente, aunque nunca se mencionaron planes concretos. La disciplina era esencial.

En unos meses habíamos reclutado a los mil 200 hombres que mencioné. ¡Cincuenta mil kilómetros recorrí en un auto!, cuyo motor se fundió unos días antes del Moncada.

Si no hubiéramos conocido por los libros la teoría política de Marx y si no hubiéramos estado inspirados en martí, en Marx y en Lenin, no habríamos podido ni siquiera concebir la idea de una revolución en Cuba.

Si fuera de nuevo a organizar un plan para tomar el Moncada, lo haría exactamente igual, no modifico nada.

Lo que falló allí fue debido únicamente a no poseer suficiente experiencia combativa. Después la fuimos adquiriendo. Una vez tomado el Moncada habríamos ocupado algunos miles de armas, ya que además de las armas de los soldados nos apoderaríamos de las armas de reserva y las de la Marina y la Policía, cuerpos mucho más débiles que con seguridad no habrían podido resistir una vez puesto fuera de combate el Regimiento. Fueron 160 hombres.

Cuarenta que empleamos en Bayamo con el objetivo de tomar el cuartel y prevenir el contraataque por la carretera central, y 120 para el asalto al Moncada. Yo entraría con 90 hombres dentro del cuartel.

La misión de mi grupo era tomar la jefatura del cuartel y aquello hubiera sido fácil. Donde quiera que enviamos a la gente, se tomó todo por sorpresa, una sorpresa total. El día que habíamos escogido, el 26 de julio, era de gran importancia, porque las fiestas de Santiago son el 26 de julio, día de carnaval.

En una fracción de segundo pasan dos ideas por mi mente: neutralizar aquella pareja que ponía en peligro a nuestros compañeros y ocupar sus armas. Cuando veo que los soldados apuntan hacia la entrada con sus ametralladoras, dándome la espalda, aminoro la velocidad del carro y me aproximo para capturarlos.

Había otra forma de acción que después comprendí perfectamente cuando tuve un poco más de conocimientos y experiencia: lo que debí hacer fue olvidarme de ellos y seguir.

El combate se libra fuera del cuartel, la enorme y decisiva ventaja de la sorpresa se había perdido. Yo comprendía perfectamente casi desde los primeros momentos que no había ya posibilidad alguna de alcanzar el objetivo inicial.

Tu puedes tomar un cuartel con un puñado de hombres si tu guarnición esta dormida, pero a un cuartel con más de mil soldados, despiertos y fuertemente armados, no era ya posible ocuparlo. Más que los disparos, recuerdo el ensordecedor y amargo ruido de las sirenas de alarma que dieron al traste con nuestro plan.

Fuente: Redacción Cubahora, 23/07/11

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