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Artículo de "Le Monde" exalta a mercenarios cubanos al servicio de EE.UU.

Artículo de "Le Monde" exalta a mercenarios cubanos al servicio de EE.UU.

La firma del tristemente célebre Paulo A. Paranagua reapareció, el 27 de julio de 2011, en el diario francés Le Monde, émulo de El Nuevo Herald de Miami en París, -cuando se trata de escandalizar la realidad cubana actual- para acuñar un artículo con el siguiente título: “En Cuba, la oposición unida para exigir reformas”.

“En respuesta a la restructuración económica iniciada por el gobierno, los disidentes exigen democracia”. En ese texto se destila el insondable resentimiento y recelo de los veteranos mercenarios al servicio del imperio hacia unos supuestos jóvenes blogueros que desde ahora se erigen en los nuevos puntos de lanza contra la Revolución cubana.

Sin embargo, tanto unos como los otros, aunque ubicados en generaciones diferentes, no se juntan por el deseo sincero de reformas económicas y democracia para su país, sino por el ánimo de notoriedad personal y lucro tras la ruta del dinero estimulada desde Washington y las instituciones occidentales, siempre en busca de la mejor oportunidad para otorgar un deslumbrante premio respaldado de varios miles de dólares estadounidenses o euros.

Lo cierto es que Paulo A. Paranagua nos presenta una historia de inigualable sentimiento humanitario a favor de la biografía de uno de los más descollantes servidores de Estados Unidos en Cuba, por obra y gracia de las campañas mediáticas generadas en la superpotencia y extendidas con simpatía a través de los grandes medios de la prensa europea, como es el caso del diario Le Monde.

Así se nos habla de un Oswaldo Payá en condición de un preclaro profeta de la política con devoción religiosa y portador de un denominado “proyecto Varela” conocido por llevar intrínseco los mismos objetivos del “plan Bush” para Cuba: el desmontaje del sistema político socialista y el comienzo de una transición con la brújula puesta en los maquiavélicos fines que los poderosos círculos de poder extranjeros desean imponer a la mayor de las Antillas.

En la travesía por la exhibición de las marionetas al auxilio de los centros de poder occidentales, sobresalen varios nombres que el autor los clasifica en una extraña tendencia de derecha liberal. Ellos son Martha Beatriz Roque, Héctor Maceda, las Damas de Blanco, Laura Pollán o Guillermo Fariñas, cada uno bien ubicado en sus respectivas actividades a sueldo por la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, destinada a poner en práctica sobre el territorio cubano las prioridades que persigue la política exterior de subversión interna del gobierno estadounidense contra Cuba.

No hay duda que Paulo A. Paranagua vuelve a engañar con total impunidad a sus lectores y coloca al diario Le Monde en una situación de alto desprestigio, cuando resalta una inexistente unidad entre un reducido grupo de personas sin influencia política y credibilidad en la sociedad cubana. Eso sucede simplemente porque constituyen la correa de transmisión de los inútiles deseos imperiales y por la disputa permanente que los caracteriza en busca de dinero para la realización de sus despreciables intereses individuales.

La labor de los mercenarios y del periodista que los distingue es sórdida por la naturaleza de su contenido. Sus motivaciones reales están unidas por el cordón umbilical del sacrosanto itinerario del dinero dispuesto tras la liberación oficial por parte de John Kerry, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos, de fondos por 20 millones de dólares con el objetivo de financiar a quienes sirven en Cuba las orientaciones de Washington, tras las presiones de los agentes de la mafia de Miami.

Creo que lo mejor que tiene el futuro es su carácter impredecible, pero los cubanos haremos todo lo humanamente posible para que Cuba no vuelva a caer bajo la dominación colonial estadounidense, ni para que el país sea conducido por irresponsables de la talla de Oswaldo Payá, Manuel Cuesta Morua, Héctor Maceda, Guillermo Fariñas, Martha Beatriz Roque y Laura Pollán, pues ejemplos de entreguistas a los designios de Estados Unidos sobran en la historia cubana de antes del 1 de enero de 1959.

El paso del tiempo no podrá borrar la historia, la dignidad y la memoria de los pueblos. Sobre eso estoy seguro que Paulo A. Paranagua nunca ha reflexionado. Los mercenarios, Paulo A. Paranagua y Le Monde deberían tener en cuenta el supremo concepto de la Revolución cubana de que nada que atente contra la soberanía nacional y la libertad del pueblo cubano puede quedar impune, venga de donde venga.

(Fuente: Rebelión)

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